*Ganadora del Concurso Blogueras 2010
Hay dolores en la vida que debilitan, destruyen, roban y envejecen. Hay dolores que derrotan hasta al más fuerte y hacen temblar de pena y terror. Pero hay otros que son de una naturaleza distinta… que misteriosamente tienen el poder de edificar, de hacer crecer, de ensanchar el corazón y elevarlo a niveles insospechados. Hay lágrimas generosas, que como lluvia en el desierto, hacen florecer el alma aún en medio de la sequedad…
Hoy me levanto para un día más, un control más, una ecografía más; y así comienzo mi jornada sin sospechar que mi vida no volvería a ser la misma. Las palabras del médico: “Las imágenes muestran un alto riesgo de alteración en los cromosomas…”, fue lo último que escuché. Luego, todo se paralizó. El tiempo dejó de transcurrir y el silencio se hizo absoluto, como si el universo entero hubiera querido participar de ese momento doloroso. Respirar, pensar y caminar se convirtieron en tareas casi imposibles. La palabra “cromosoma” daba vueltas una y otra vez en mi mente, sin saber bien qué significaba, pero con la sospecha clavada en el pecho de que en el mejor de los casos se refería a un Síndrome de Down. Dos días más tarde nos reunimos nuevamente con el doctor. Pidió otros exámenes que complementaban los resultados de la ecografía, y esta vez el veredicto fue aún peor: “El riesgo es de uno en ocho”. Así, suspendida en una dimensión desconocida y con el corazón en la mano, salí de la consulta hacia un destino que ni siquiera me podía imaginar… ¿Qué vamos hacer ahora?, ¿Cómo voy a enfrentar todo esto?, ¿Con qué fuerzas podré seguir? ¿Uno en ocho???? Mil preguntas que responder, mil temores que encarar y un mar de sentimientos que recorrer.
No obstante, sin darme cuenta y de la mano de este dolor, poco a poco entré en un mundo diferente, en el valle de lo sagrado, del dolor vivido a fondo, de lo sutil, de lo insignificante. Territorio donde el pequeño pasito de un niño o una simple palabra resulta un milagro y donde se agradece la sola existencia. Un mundo en el que se puede nadar más allá de los límites porque en un mismo mar convergen el sufrimiento y el amor.
Hoy estamos a la espera de los resultados de la biopsia, que finalmente nos entregará un diagnóstico definitivo de la condición genética de esta guagüita. Mientras tanto, los días pasan lentos y pesados, como un sueño del que no puedo despertar. Aún lloro por dentro y grito en silencio, pero en medio de esta oscuridad comienzo a ver una pequeña luz, un diminuto ser que ha despertado en mí un amor tan profundo y verdadero que me llena de fuerzas para llegar a donde nunca antes pensé que lo haría. “Escondido bajo velos existe algo que puede y debe ser amado”…
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