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Directrices terapeuticas

“Haga explícito lo implícito”.

Basado en esta directriz es posible llevar a cabo un curso o taller com-pleto. El sólo hecho de darse cuenta qué es lo implícito en mí y hacerlo explícito con-lleva todo un proceso de conocimiento y crecimiento. Cada gesto, cada frase, cada silencio, suele llevar implícita una carga de contenidos que, al liberarla, genera comu-nicación y realismo. Como dice la canción: “Pa’que andar con medios días, habiendo días enteros”.

“Pase de la fantasía a la realidad”.

Muchas veces, en un curso o un taller, los participantes “quisieran” que las cosas fueran de otro modo. Por ejemplo, alguien propone que tal experiencia “sería mejor” si en vez de hacerla con los ojos abiertos, la hacemos con los ojos cerrados. Si usted es muy “planificado” o “programado”, o cree que la única forma es la suya, po-siblemente queme bastante tiempo en discutir por qué la cosa es con los ojos abiertos y no cerrados, y etc., etc. Yo prefiero pasar de la fantasía a la realidad Digo: “Ahora, haremos la misma experiencia con los ojos cerrados, como ha sido propuesto”. Algu-nas veces el resultado es magnífico, otras pasable, y otras no sirve. Pero, hemos ago-tado esa fantasía. Ahora sabemos, en realidad, cómo es esa experiencia propuesta, en la realidad. .

Realizar experiencias de integración es, en esencia, pasar de la fantasía a la realidad, de la imaginación a la percepción y sentimiento. Ocurre al integrar una fantasía guiada, un ensueño o un sueño.

“Personalice el lenguaje”

Tal vez, una de las directrices más importantes. Personalizar el lengua-je exige hacernos responsables de lo que percibimos, de lo que pensamos y de lo que hacemos; y por otra parte, ocasiona grandes descubrimientos acerca de nuestra perso-na. Una de las formas típicas del lenguaje de “impersonalización” es el uso del térmi-no “uno”: “uno no puede querer a todo el mundo” en vez de “ yo no puedo querer a todo el mundo, “uno quisiera hacer las cosas bien pero no es posible” en vez de “yo quisiera hacer las cosas bien, pero no me es posible, “a uno lo obligan a ser egoísta” en vez de “a mí me obligan a ser egoísta”. Otras formas de impersonalización son: “Hay que hacer el aseo” por Roberto, haz el aseo”; “dicen que hay que hacer de nuevo el trabajo” por el Sr. Muñoz me dijo que nosotros tenemos que hacer el trabajo de nue-vo”; “se dice” por “él dijo”, “se nota el desgano en la gente” por “yo noto el desgano de Raúl, Cristina y José”.

En los talleres es frecuente que dos personas al hablar la una de la otra empleen la tercera persona: “ella tiene los ojos tristes”. En tales casos mi sugerencia es: “Díselo a ella”. La frase entonces cambia a “tú tienes los ojos tristes”, y lo que era una frase al aire se convierte en una comunicación directa.

“Escucha tu cuerpo”

Para mí esta directriz es muy importante y la uso permanentemente. Sé que no es cosa fácil para quien sólo está acostumbrado a trabajar con su mente. Escu-char el propio cuerpo significa darse cuenta de las urgencias. ¿Qué me está pasando?. Estoy incómodo, algo no funciona hoy día. Bien, “siento que algo no funciona en mí ahora. ¿Le está pasando a ustedes, también? Yo me siento incómodo” (hago explícito lo implícito). Las respuestas suelen generar soluciones. Era algo que todos sentíamos, o “hagamos una experiencia en la cual cada uno se diga a sí misma: “Lo que me está pasando ahora es...”.

El cuerpo es mi gran perceptor, no mi mente. Si lo escucho sé cuando empezar, cuando terminar, cuando descansar, cuando hablar, cuando escuchar, cuando escribir, cuando respirar profundo, etc.

“¿Qué estas haciendo con tu boca? Me la estoy mordiendo. Tú te muerdes a ti misma. Sí, yo me muerdo a mi misma. Yo me muerdo siempre. De acuerdo. ¿Quieres hacer un diálogo entre tus dientes y tu labio? Yo soy mis dientes. Representa a tus dientes como si ellos hablaran. Yo no hablo, yo muerdo. Soy dura y muelo todo lo que pasa por mí. El labio, ahora. Yo soy el labio. ¿Por qué me muer-des, dientes? Yo te cubro y protejo y tu me respondes mordiéndome. No quiero que nadie esté cerca mío, ni que nadie me proteja. Estoy harta de tu protección. No nece-sito que me protejas (empieza a golpear con sus puños) ¿Qué estás haciendo con tus puños? Estoy golpeando. ¿Y con tus dientes? Nada, no estoy mordiéndome. Si gol-peo no necesito morderme. Repite eso. Si golpeo no necesito morderme. Estoy har-ta. Creo que voy a reventar. No quiero tu protección (gritando), ¡no quiero que des-confíes de mí! ¿a quién se lo estás pidiendo? A mi padre. Díselo a él. Papá, no quie-ro que desconfíes de mí. No quiero que desconfíes de mí (empieza a llorar)... ¿Qué estás sintiendo, ahora? Mucha pena, mi papá cree que soy una imbécil, que cualquiera va a engañarme. Cree que no sé cuidarme. Cree que si voy a una fiesta... tu sabes... ¿qué sé yo? es para acostarme con alguien. ¿Quieres decirle algo a él? Se lo he dicho. Papá si voy a una fiesta no es para acostarme con nadie. ¿Qué dice él? No dice nada y yo no digo nada. ¿Qué estás sintiendo ahora? Ganas de morderme los labios (risas). ¿De qué te estás dando cuenta? de que, o hablo con mi padre o voy a seguir mordién-dome los labios”.

Yo diría que en ese gesto de su cuerpo estaba implícito todo este diálo-go y mucho más aún.

Otras directrices importantes para mí son: “dese cuenta de lo obvio”, tan poco usada en educación. Es obvio que los alumnos no tienen interés por la materia. Es obvio que están cansados. Es obvio que tienen hambre. Es obvio que no han estu-diado. Es obvio que no tenemos una buena comunicación. Es obvio que yo estoy des-encantada de ellos, etc., etc. Y sin embargo, es obvio que no hago nada por modificar la situación.

“Dese cuenta de su urgencia”. Lo más urgente para mí en este momen-to es escribir esto. Y lo estoy haciendo. Lo más urgente para mí en este momento es ejemplificar otros casos de urgencias sentidas. Y estoy haciendo memoria. Esa es mi urgencia. Estoy haciendo memoria. En un taller surgen muchas urgencias, atiéndalas, préstele su atención. Si son urgencias de otras personas, tome contacto con esa perso-na.

“Exprese sus sentimientos”. Esta es una directriz implícita en: “Haga explícito lo implícito”. No sólo exprese lo que piensa, también y, especialmente, ex-prese lo que siente. Se sentirá mejor. Tú te sentirás mejor.

Una directriz fundamental para mí es: “No empujar”, “no presionar”. Barry Stevens ha escrito un maravilloso libro al respecto: “No empujes el río, que flu-ye sólo”.

Cada persona es como un río. Fluye, se detiene, cae, caracolea, irrumpe con fuerza, etc. El facilitador es un sujeto que ingresa al río y acepta las reglas del río. Fluye por él y con él. Cada vez que presionamos estamos cubriendo con nuestra iden-tidad al otro, haciéndolo como yo, y ese no es el asunto. El asunto es que él sea como él es. Y que crezca de acuerdo a sus potencialidades.

“Respirar” es una directriz diré de vida o muerte y, sin embargo, mu-chas personas la olvidan. No es que dejen de respirar. Sólo que olvidan respirar o res-piran mal, muy mal. Especialmente, en los momentos de “tranca” nada es mejor que respirar profundo. La respiración frágil, la rigidiz articular, los bloqueos emocionales y la falta de ideas son hebras del mismo hilo. Tirar la hebra de la respiración suele, con más frecuencia de la que usted imagina, desarmar este tramado, inútil, de limita-ciones.


“Cerrar la Gestalt”, es decir, no dejar asuntos pendientes es muy positi-vo. La energía que se consume en los asuntos pendientes podría alumbrar una ciudad. Y todo lo que debemos hacer es: no dejarlo pendiente. Resolverlo, terminarlo, comple-tarlo. El sueño y su integración de las páginas 73 y 74 es claramente un asunto pen-diente, una Gestalt inconclusa, que necesitó de años para ser asumida.

“Retroalimentar”. Esta es, con seguridad, la más difícil de las directri-ces, para quienes todo lo analizan y todo lo interpretan. Cuando me ha correspondido dirigir programas de formación de facilitadores gestálticos esta directriz ha sido un escollo para muchos. Retroalimentar es ser espejo. Mostrar al otro lo que es, no por qué lo es o sería. Y una buena cantidad de personas viven no de lo que es, sino de por qué es como es. El quid es entregarle información al otro que sea: objetiva, veraz, cla-ra y significativa. Objetiva es en este caso, si retroalimento lo que percibo, tal y como lo percibo. Sin ponerle de mi cosecha. “Tienes la cara pálida y un rictus en la pera”. “Eres gordo y hablas constantemente”. Veraz: ”Para mí resultas encantador”. “Yo no te soporto, en cambio”. Clara: “Tartamudeas un poco al hablar en público” en vez de “parece que cuando hablas en público te pones un poco nerviosa y se nota en la forma de hablar. Significativa: Estas triste y yo estoy compartiendo tu pena” en vez de “en la vida no hay que echarse a morir, vamos a tomarnos un trago”.

Hay verbos claves para retroalimentar: Percibir, ver, escuchar, sentir, imaginar, creer, darse cuenta. Es muy distinto: “veo que eres inteligente”, a “creo que eres inteligente”. “Tú eres agresivo”, a “me siento agredida por ti”. “Tienes la nariz linda”, a me gusta tu nariz”.

Sin embargo, una de las maneras que permite hacer la retroalimentación eficaz, sobre todo para quien no la percibe con facilidad, es la exageración. En ocasio-nes, el sólo hecho de repetir una frase varias veces, o decirla más fuerte, o más lenta-mente, permite a la persona darse cuenta de su importancia. “Yo soy una persona tranquila. Me encanta salir a caminar y a vitrinear. Y cuando me tropiezo con alguien, me hago a un lado”. “Otra vez”. “Cuando me tropiezo con alguien, me hago a un la-do”. “Repite el gesto”. Repite un gesto de molestia con la cabeza y los hombros. (Imitándola en su frase y gesto) “Yo..., soy... una persona tranquila. Y cuando me tro...pie...zo con alguien (gesto de molestia) , me hago a un lado”. “Dilo en primera persona”. “Yo soy una persona tranquila y me molesta que me empujen y reacciono haciéndome a un lado”. “¿Cómo te sientes?”. “Nada de tranquila. En realidad, yo soy una persona tranquila y controlada”.

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