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El malhumor y el estrés


Los malhumorados son personas que siempre están enojadas; que contestan mal aunque los traten bien, que elevan la voz cuando los contrarían, que desequilibran con su actitud a los que están tranquilos, que insultan a otros conductores cuando circulan con su auto y que se pelean por cualquier cosa.

Tienen mala onda y son pesimistas porque perciben el mundo como un lugar amenazante e inseguro.

Esa manera de ser puede tener un motivo oculto, que inclusive ellos mismos ignoran. Puede ser una herida narcisista, un gran dolor, una gran frustración o un enorme resentimiento que el paso de los años no logra curar.

Los malhumorados no pueden soportar las agresiones ni los rechazos y con esa actitud iracunda y hosca evitan el acercamiento y la eventual oportunidad de ser nuevamente heridos.

Viven a la defensiva porque creen que es la única forma de que los respeten; evitan las emociones, son incapaces de demostrar afecto y siempre tienen mala cara.

Se aferran a las rutinas para sentirse contenidos porque se dan cuenta que se van quedando solos, ya que cualquier relación es malograda por su permanente mal estado de ánimo.

Sin embargo, pueden ser personas que no siempre hayan sido malhumorados, que podían estar contentos, ser entusiastas, sensibles y sociables hasta que por alguna razón un día se convirtieron en seres amargados, tristes, negativos, irritables y desconsiderados.

Esta grave falla de carácter puede exponer a esas personas a enfermedades, porque en el fondo han perdido las ganas de vivir y la capacidad de ser felices.

No es raro que en cualquier momento puedan sufrir un ataque cardiaco, ya que el malhumor permanente, el alto grado de irritabilidad y las reacciones violentas, producen estrés, que es un importante factor de riesgo para enfermarse.

En primer lugar necesitan tomar conciencia que su forma de ser no es normal, que puede malograr las relaciones con su familia, sus compañeros de trabajo, o con sus empleados o clientes.

Si logran darse cuenta que necesitan ayuda psicológica y aceptan hacer una psicoterapia, su malhumor puede revertirse y permitirle comenzar una nueva vida volviendo a ser como antes.

Los viejos rencores sin elaborar emocionalmente pueden ser la causa profunda de estas fallas de carácter, pero también la poca tolerancia a la frustración y la incapacidad para aceptar las pérdidas.

El mal humor no sólo expresa enojo sino también depresión y tristeza.

El enojo es un mecanismo de defensa que surge ante la privación y se refuerza con las experiencias de frustración cotidianas, cuando fracasa el cumplimiento de las expectativas; y es probable que el malhumorado no haya podido adaptarse a situaciones difíciles y proyecte en los demás su rabia.

La tarea del psicólogo es indagar desde cuándo comenzó esa conducta para encontrar la causa de ese descontento, porque puede tratarse de personas que han tenido que asumir responsabilidades que los obligaron a renunciar a sus propios anhelos.

Algunos, ante los sentimientos de frustración adoptan conductas autodestructivas y odian a todo el mundo a su alrededor por estar haciendo algo que no desean, deprimiéndose por haber perdido el sentido de su vida pero sin poder hacer nada para remediarlo.

El cambio siempre dependerá de ellos mismos ya que nunca es tarde para realizarse como persona individual y única; pero estos pacientes necesitan apoyo para poder comenzar a encarar la vida de otra forma, porque están convencidos que sus problemas no tienen solución y sin embargo, siempre hay una salida. Porque cuando cambiamos, también cambia todo a nuestro alrededor, creándose las condiciones necesarias para que ese cambio comience a dar sus frutos.

La mejor forma de cambiar este mal estado de ánimo es incorporar a la vida sensaciones de bienestar, tanto físicas como mentales, emocionales, sociales y espirituales.

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