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La mujer interior




A veces las mujeres se cansan y se ponen nerviosas aguardando que sus compañeros las comprendan. "¿Cómo es posible que no sepan lo que pienso y lo que quiero?", se preguntan. Las mujeres se hartan de hacerse esta pregunta. Pero el dilema tiene una solución que es eficaz y efectiva.
Sí una mujer quiere que su compañero responda de esta manera, tendrá que enseñarle el secreto de la dualidad femenina. Tendrá que hablarle de la mujer interior, aquella que, añadida a ella misma, suma dos. Y lo hará enseñando a su compañero a hacerle dos preguntas falsamente sencillas que conseguirán que se sienta vista, oída y conocida.
La primera pregunta es la siguiente: "¿Qué es lo que quieres?" Casi todo el mundo suele formular una versión de esta pregunta. Pero hay otra pregunta más esencial y es la siguiente: "¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?"
Si un hombre pasa por alto la doble naturaleza de una mujer y la toma por lo que parece, lo más seguro es que se lleve una sorpresa, pues, cuando la naturaleza salvaje de la mujer surge de las profundidades y empieza a dejar sentir su presencia, a menudo tiene unas ideas, unos intereses y unos sentimientos muy distintos de los que había puesto de manifiesto anteriormente.
Para entablar una relación segura, la mujer tendrá que hacerle a su compañero estas mismas preguntas. En nuestra calidad de mujeres, nosotras aprendemos a interrogar las dos facetas de nuestra naturaleza y también las de los demás. A través de la información que recibimos de ambas facetas, podemos establecer con toda claridad qué es lo que más valoramos y actuar en consecuencia.
Cuando una mujer consulta su doble naturaleza, busca, examina y toma muestras de un material que está más allá de la conciencia y que, por consiguiente, resulta muchas veces sorprendente por su contenido y su elaboración y es a menudo extremadamente valioso.
Para amar a una mujer, el hombre tiene que amar también su naturaleza indómita. Si la mujer acepta a un compañero que no sabe o no puede amar su otra faceta, tendrá la sensación de que la han desmontado y cojeará como si estuviera averiada.


"En el prólogo de "El arte de amar", Erich Fromm ya deja claro que pretende convencer al lector de que todos sus intentos de amar están abocados al fracaso si no procura desarrollar plenamente su propia personalidad; que la satisfacción en el amor personal no se alcanza sin verdadera humildad, valor, fe y disciplina. En una cultura en que estas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar.
¿El amor es un arte o sólo una sensación agradable, que uno experimenta por azar, si tiene suerte? Si es un arte, requiere conocimiento y esfuerzo. La gente opina que el amor es importante, de hecho todo el mundo está sediento de amor, pero casi nadie piensa que hay que aprender algo sobre el amor. Para la mayoría de las personas, el problema del amor consiste en ser amado más que en ser capaz de amar. Se suele creer que el amor es un problema de objeto y no de facultad. Es decir se piensa que amar es fácil y que la dificultad estriba en encontrar el objeto idóneo, para amarlo o ser amado por él.
Con esta visión, en una cultura donde prevalece la orientación mercantil y el éxito material constituye el valor predominante, no sorprende que las relaciones amorosas sigan el mismo patrón de intercambio que gobierna el mercado de bienes de consumo y de trabajo.
Continua diciendo Fromm que el primer paso es tomar conciencia de que el amor es un arte y que el proceso de aprendizaje consiste en conocer la teoría y dominar la práctica, hasta llegar al desarrollo de la intuición, que es la esencia de cualquier arte. Esto requiere disciplina, concentración y paciencia; pero hace falta también otro factor, el interés, es decir, considerar que no hay nada tan importante como el arte a cuya maestría se aspira.
Y tal vez radica aquí el motivo por el que pocas personas lo alcanzan, porque a pesar del profundo anhelo de amor dedicamos casi toda nuestra energía a conseguir éxito, prestigio, dinero o poder y prácticamente ninguna a aprender el arte de amar.
Al desarrollar su teoría del amor, Fromm advierte que defraudará a quienes esperen una instrucción fácil y afirma que amar consiste fundamentalmente en dar, no en recibir; que la capacidad de amar, de dar, depende del grado de desarrollo personal, de la medida en que se ha vencido la dependencia, la prepotencia, el deseo de explotar a otros o el de acumular y se ha incrementado la confianza en uno mismo. Si faltan esas cualidades, el individuo tiene miedo a darse y por lo tanto a amar.
El amor maduro significa unión bajo la condición de preservar la propia integridad e individualidad. Todas las formas de amor tienen una serie de elementos comunes e interrelacionados, como la capacidad de cuidar, es decir trabajar para hacer crecer aquello que amamos; responsabilidad, en el sentido de estar atento y disponible para responder a las demandas de la otra persona; respeto, para que la persona amada se desarrolle según su propia personalidad y con sus propios medios, porque el respeto existe sólo desde la base de la libertad; conocimiento, porque no es posible respetar sin conocer las causas del comportamiento del otro y eso se consigue a medida que se profundiza en la experiencia de unión.
El hombre moderno está alienado de si mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que ha de producir el máximo rendimiento posible en las condiciones del mercado.
El amor es un desafío constante, un moverse, crear y trabajar juntos. Que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario; lo fundamental es que dos seres se experimenten desde la esencia de su existencia. Sólo hay una prueba de la presencia del amor: la profundidad de la relación y la vitalidad y fuerza de las personas implicadas; este es el fruto que nos permite reconocerlo
La principal condición para la consecución del amor es la superación del propio narcisismo. El polo opuesto del narcisismo lo constituye la objetividad, es decir, la capacidad de ver a las personas y las cosas tal como son, sin interferencias de nuestros propios deseos y temores. La facultad que permite pensar con objetividad es la razón y la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. El amor requiere el desarrollo de la humildad, de la objetividad y de la razón."
Revista aípotU


Por consiguiente, los hombres, al igual que las mujeres, tienen que averiguar también el nombre de su doble naturaleza. El amante más estimado, el pariente y el amigo más apreciado, el "hombre salvaje" más estimable es el que desea aprender. Aquellos que no disfrutan con el aprendizaje, los que no se sienten atraídos por las nuevas ideas y experiencias, no pueden desarrollarse más allá del poste del camino junto al cual están descansando en este momento. Si existe una fuerza que alimenta la raíz del dolor, ésta es la negativa a aprender más allá del momento presente.
Sabemos que la criatura del hombre salvaje está buscando su propia mujer terrenal. Tanto si uno tiene miedo como si no, el hecho de dejarse conmover por el alma salvaje de otra persona constituye un profundo acto de amor. En un mundo en el que los seres humanos tienen siempre tanto miedo de "perder", hay demasiadas murallas protectoras que impiden la disolución de las personas en la numinosidad de otra alma humana.

"Cada uno de nosotros, hombre o mujer, tiene dentro de sí un hombre interior y
una mujer interior. La mujer interior actúa como tu intuición, la puerta a tu
inteligencia superior. Tu hombre la escucha y actúa para apoyar sus sensaciones.
La verdadera función de la energía masculina es proporcionar una abasoluta
claridad, franqueza y una fuerza apasionada, basadas en lo que te dice tu
universo interior, que proviene de tu energía femenina.
Para vivir una vida harmoniosa y creativa, necesitas tener ambas energías
interiores, masculina y femenina, completamente desarrolladas y funcionando
juntas correctamente. Para integrar plenamente lo masculino y lo femenino
interior, necesitas colocar a tu mujer, tu intuición, en la posición de guía."
"Reflexiones en La Luz"
Shakti Gawain

El compañero de la mujer salvaje es el que posee tenacidad y paciencia espirituales, el que es capaz de enviar su propia naturaleza instintiva a atisbar bajo la tienda de la vida espiritual de una mujer y comprender lo que ve y oye allí. El mejor partido es el hombre que insiste en regresar para intentar comprender, el que no permite que los espectáculos secundarios que encuentra por el camino lo aparten de su propósito.
La tarea salvaje del hombre es por tanto la de descubrir los verdaderos nombres de la mujer y no hacer mal uso de este conocimiento para ejercer su poder sobre ella, sino captar y comprender la sustancia numinosa de que está hecha, dejarse inundar, sorprender, escandalizar e incluso atemorizar por ella. Y permanecer a su lado. Y cantarle sus nombres. Eso hará que a la mujer le brillen los ojos y que a él le brillen a su vez los suyos.

"La dualidad permite que podamos conocernos; es la ley del contraste llamada la ley de los contrarios, que mas que contrarios, son complementarios. La dualidad dentro de la evolución se manifiesta como energía - materia según la ciencia, o espíritu - materia como dirían los filósofos. No podemos separar lo uno de lo otro. Por eso no se debe decir espíritu y materia, energía y materia, o materia y energía, porque la materia como ya lo demostró la ciencia actual no es mas que energía coagulada, condensada, cristalizada, mientras que la energía es la misma materia pero en un grado mayor de sutilización o de vibración, que la hace intangible relativamente a los sentidos físicos."


Pero, para que no se duerma demasiado pronto sobre los laureles, queda todavía otro aspecto de los nombres de la doble naturaleza, un aspecto todavía más temible, pero que es esencial para todos los amantes. Mientras que una de las dos naturalezas de la mujer se podría llamar Vida, la hermana "gemela" de la vida es una fuerza llamada Muerte. La fuerza llamada Muerte es una de las dos púas del tenedor magnético de la naturaleza salvaje. Si uno aprende a nombrar las dos naturalezas, al final acabará tropezando directamente con la calavera desnuda de la naturaleza de la Muerte. Dicen que sólo los héroes lo pueden resistir. El hombre salvaje lo puede resistir con toda certeza. Y no cabe duda de que la mujer salvaje también. De hecho, ambos se ven totalmente transformados por ella.

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