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El Perdon no es ni fácil ni sencillo, demanda entereza de espíritu







Perdonar a los demás
  • Vivir internamente el propio perdón. Todos hemos tenido experiencias en que otros nos han perdonado. Unas veces tenemos que perdonar y otras pedir perdón. Nadie está libre de equivocarse o hacer daño sin querer.
  • Recordar que todas las personas tienen un valor personal; ser consciente de que, perdonando al otro, se le está ayudando a entender el sentido del perdón y se le está liberando.
  • Tratar de superar la rabia con todas las fuerzas: sentimientos o racionalidad (por ejemplo, utilizando meditación, psicoterapia, oración o apoyo afectivo)
  • Desarrollar empatía o comprensión emocional por la situación del agraviante (por ejemplo, ¿tiene padres o hijos?, ¿cuáles eran las circunstancias que vivía cuando hizo el daño?)
  • Evitar revivir y volver a contar innecesariamente lo ocurrido; detenerse en ello solo refuerza los sentimientos de rencor y dolor y consolida el daño en la memoria.
  • Tener en cuenta que perdonar raramente implica pérdida de la memoria del hecho, sino más bien permite liberarse de la preocupación por la ofensa; no permitir que la ofensa se apodere de los pensamientos, emociones y conductas.

Perdón, reconciliación y justicia 
  • El perdón no es un regalo para el culpable, sino algo que se elabora en el interior de uno mismo. El otro no tiene porqué saberlo. Decírselo o no al culpable es un acto voluntario, pero no es necesario para sanar el dolor del daño que otra persona ha hecho.
  • El perdón no significa reconciliación. Tampoco implica permitir que una acción que nos ha hecho daño siga ocurriendo. No hay que creer que la persona culpable merece saber que se le ha perdonado. Muchas veces no merece la reconciliación. Algunas veces el daño es tan grande que no se puede confiar más en esa persona. Aunque no sea posible la reconciliación el perdón sí lo es.
  • El perdón no ocurre automáticamente, pero el ofensor no tiene necesariamente que pedir perdón para que le perdonemos. Ni siquiera admitir que necesita nuestro perdón.
  • El perdón es una decisión. La decisión de dejar ir el dolor.
  • Perdonar no significa permitir que la persona continúe haciendo daño ni que se le permita seguir actuando de igual modo.
  • Para que ocurra una reconciliación, es necesario que el agraviante pida perdón y se proponga no volver a hacer daño otra vez. El perdón no necesita al culpable en absoluto.
  • Se puede perdonar a los que ya no viven, pero no reconciliarse con ellos. Se puede perdonar a quién nos hizo daño y abusó de nosotros, pero sin dejarlo entrar en nuestra vida para que vuelva a hacerlo.
  • El perdón es una liberación de la carga de dolor que llevamos dentro.
  • El perdón apaga la necesidad de venganza; ésta impide la sanación. Si ejecutamos una venganza, estaremos necesitando perdonarnos a nosotros mismos o pedir perdón al otro.
  • Para perdonar hay que desistir del deseo de venganza, pero no renunciar al derecho a la justicia.
  • La venganza es el deseo de que el culpable sufra lo mismo que uno ha sufrido por sus actos.
  • La justicia, a su vez, implica que el culpable pague una pena justa por lo que ha hecho. Tiene la obligación moral y, a veces legal, de corregir el daño que ha hecho. La justicia debería ser recta, la venganza nunca es justa. La víctima tiene derecho a buscar justicia, pero no el derecho moral de buscar venganza. La venganza daña a la misma persona que la ejecuta aunque no se dé cuenta de ello
  • . La Justicia es una reparación moral.


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